La bala y la escuela (Holocausto indígena). Modos en que la educación oficial complementa el trabajo represivo de las fuerzas policíaco-militares en los pueblos indios de México
Pdf. de "La bala y la escuela"
Recogemos el
“índice” y los primeros desarrollos de este trabajo. También el
texto de la contraportada.
ÍNDICE
Primera
parte
ESCUELAS
CONTRA LA DIFERENCIA
A
propósito de la escolarización forzosa de los niños de los pueblos
indios de México
Tradicionalismos
revolucionarios *pág. 3
¿Un
nuevo candor, medio milenio después? *pág. 7
Los
matices del “desengaño” *pág. 20
Lo
que Occidente ya sabía: miseria del
“multiculturalismo” *pág. 32
Subiéndose
a un barco de salvamento diseñado para también
hundirse *pág. 32
Escuela
y “policía social anónima”. Trabajo cotidiano de ‘poda’ y
recreación
de
la subjetividad indígena *pág. 40
Colonialismo
exterior e interior *pág. 42
Adscripción
étnica asignada *pág. 46
Asimilacionismo
multiculturalista *pág. 49
Vencer
resistencias,” tratar” la Diferencia *pág. 51
Una
escuela”globalizada”, aunque policéntrica: los mismos marcos y
semejantes pigmentos
para
una notable variedad de representaciones pictóricas *pág. 54
Segunda
parte
LA
EDUCACIÓN VICTIMADA
Aproximación,
desde una alteridad irreparable, a la “educación comunitaria
indígena”
Intangible
por informal *pág. 58
Maravillosa
ausencia de “profesores” y de “alumnos” *pág. 59
Corrupción por el ejemplo:
la funcionalidad cotidiana del nuevo magisterio mercenario 61
Democracia
india “educativa” *pág. 70
Condición
“comunera”, educación “localista” *pág. 83
Tequio,
gozona, guelaguetza… (La dimensión educativa de
la vida cotidiana indígena) 103
Mitos,
leyendas, cuentos, rituales,… (Los huaraches del
espíritu) *pág. 111
Tercera
parte
LA
ELECCIÓN ZAPATISTA
¿Para
qué Escuelas en la selva?
Marco
general de la discusión: Educación comunitaria
indígena versus Escuela de planta
occidental *pág. 126
Lejos
de todo tutelaje de la acción “del otro” por un pensamiento
separado: el lugar de la
perplejidad
y la reserva *pág. 129
Las
aporías del proselitismo “de izquierdas” *pág. 131
Daño
infligido a la idiosincrasia indígena por la “pedagogía
implícita” de la Escuela 135
La
“aristocratización” de los educadores *pág. 149
Aparatos
ideológicos, pero ¿de qué Estado? (La Escuela como expediente
desesperado
para
la reproducción, desde el ámbito superestructural, de una
“autonomía zapatista”
amenazada
en su soporte material) *pág. 153
“Reificación”
de la Escuela (Blonskij, en el olvido) *pág. 160
Los
“límites” de la mirada occidental *pág. 167
Primera parte
ESCUELAS CONTRA LA DIFERENCIA
A
PROPÓSITO DE LA ESCOLARIZACIÓN FORZOSA DE LOS NIÑOS DE
LOS PUEBLOS INDIOS DE MÉXICO
Tradicionalismos revolucionarios
1)
Esta
obra perece en el dominio meramente indicativo; sobrevuela el
conjunto de impresiones, sospechas y tesis incipientes que están
acompañando la génesis de un libro sobre la función altericidade la
Escuela. Nos hallamos en
medio de
un trabajo de investigación, no después del
mismo: de ahí la provisionalidad y la “afición al fragmento” de
este escrito.
Partimos
de una intuición teorética que nuestras experiencias de cooperación
con organizaciones campesinas e indígenas del área centroamericana
han corroborado plenamente: la existencia de “tradicionalismos
revolucionarios”...
2)
Andrei
Tarkovsy hizo decir al protagonista de su película “El sacrificio”
unas frases muy bellas en su aparente paradoja, que subrayan el
circunstancial valor transformador del
inmovilismo, la eventualidad de que también
la tradición pueda
revestirse de un potencial revolucionario:
“Sabes,
algunas veces me digo a mí mismo que, si cada día, exactamente a la
misma hora, realizara el mismo acto siempre, como un ritual,
inmutable, sistemático, cada día a la misma hora, el mundo
cambiaría. Sí, algo cambiaría, ¡a la fuerza!”
La
Modernidad puede verse, de hecho Henri Lefebvre quiso verla así,
como un “rodillo compresor”, un rodillo que oprime y aplasta la
alteridad. Donde subsiste una peculiar especie de lo no-moderno, a un
tiempo pre-moderna y anti-moderna, resistencia pos-moderna
grávida de un futuro impensado, palpita también una forma
de diferencia que
el poder teme y persigue: no son “modernas”, por ejemplo,
las Comunidades
indígenas “en Usos y Costumbres” que
persisten en varios estados de México; se apegan, de hecho, a unos
valores y unas formas de organización “tradicionales” contra los
que se dispone en nuestro tiempo el rodillo
homogeneizador del
Capitalismo tardío.
3)
No
toda tradición es peligrosa de cara al orden social general, por
supuesto. Cuando el presente puede ver en el pasado su “germen”,
astillas proféticas, lo que “era” antes de “ser”, la
tradición correspondiente se empolva y conserva, se mima, se cuida,
se nos enseña a amarla como a una madre, a perdonarle sus
inevitables caducidades, a venerar su sabia vejez. Pero cuando el
presente tropieza con un pasado que apuntaba en otra dirección,
donde no reconoce semillas de
su ser, un pasado sin retoños o con retoños extraviados, un pasado
hostil que lo cuestiona y deslegitima, un pasado eterno que,
como apuntara incisivo Benjamin, sólo podría redimirse en un futuro
escapado delcontinuum de
la historia, entonces pone en marcha su pesada maquinaria compresora.
Sólo
es capaz de percibir en esa tradición esquiva,
en esa diferencia añosa,
un objeto que doblegar o que aniquilar -así lo exige la lógica
del interés que
lo constituye. Desplegará ante ella esas poderosas estrategias
inclusivas y exclusivas, “fágicas” y “émicas” (en términos
de Z. Bauman), a las que nos hemos referido en otra parte. Este es,
exactamente, el caso de las comunidades indias de México regidas por
“autoridades tradicionales” y organizadas política y
económicamente en el respeto de la consuetudinaria “ley del
pueblo”.
No
es irrelevante que la “democracia directa”, bajo una versión
no-occidental, y la “propiedad comunera” de la tierra, entendida
de un modo que tampoco cabe en los idearios colectivistas o
cooperativistas clásicos del utopismo europeo, ocupen un lugar muy
destacado en los Usos que
estos indígenas defienden con tanta tenacidad. No es irrelevante que
el modelo de “transmisión cultural” sancionado allí por la
costumbre, que podríamos denominar “la educación comunitaria”,
en todas partes herida y en todas partes desfalleciente, nada tenga
que ver con el consentido horror de nuestras Escuelas, con el crimen
cotidiano de la Enseñanza Moderna.
Texto de la
contraportada:
Pedro
García Olivo argumenta, desde un profundo análisis del devenir
moderno y contemporáneo de México, cómo la Escuela, ya desde
la época de la Revolución, se ha erigido en una instancia
mayúscula de aniquilación de la idiosincrasia indígena, de
exterminio de la diferencia cultural y económico-política
arrostrada por las etnias originarias.
El
modelo de organización autónoma indígena, allí donde no se vio
sustancialmente alterado por la injerencia occidental, se
caracteriza, y no sólo en Chiapas, por unas estructuras y prácticas
sociales altamente participativas, con rotación de cargos y —en
buena medida— de tareas, que rehúyen, por sí mismas, la
especialización, favorecen el apoyo mutuo en forma de intercambio de
bienes o servicios, evitan la monetarización de las relaciones y
dejan en manos de la comunidad la administración de la justicia y la
producción y difusión del saber.
La
educación en los pueblos indios no se «impartía» en recintos
cerrados, bajo la vigilancia de un especialista, sino
que constituía una tarea colectiva, que acontecía en el día a día
—tal si se respirase—, de manera informal, puesto que los niños
y niñas no eran excluidos de las diversas facetas de la vida
cotidiana local. En detrimento de esta educación tradicional,
comunitaria, sin aulas ni profesores, la Escuela multicultural
que avanza en los últimos años en México (estrategia que simula
una «aceptación» de la diferencia indígena mientras la reduce a
mera diversidad, a forma cultural degradada en folclore) aspira a
optimizar la colonización mental de los indígenas y su conversión
en mano de obra barata. La implantación de la Escuela en
las comunidades supone, sin remedio, la ruina del equilibrio interno.
El maestro no suele ser nativo; no participa de la vida comunitaria;
establece relaciones dinerarias con su entorno; se convierte
rápidamente en sujeto de referencia, persona «que sabe», autoridad
de hecho... La Escuela difunde hábitos sociales, ideas y
valores hostiles a la organización comunera; favorece el abandono de
las pautas culturales autóctonas por parte de los más jóvenes, a
quienes se les inculca el deseo individualista de un éxito personal
fuera de la comunidad y hasta en perjuicio de los intereses de la
colectividad.
Sin
embargo, cuando la resistencia indígena entorpece este proceso de
aniquilación cultural, y confluye además un interés económico que
desata la avidez del capital nacional o multinacional, al lado
de la escuela aparece la bala (el
terror policial, militar y paramilitar), pudiéndose hablar de un
verdadero holocaustoindígena,
lento genocidio que los Gobiernos occidentales velan y alientan.
El
caso de los experimentos escolares zapatistas en Chiapas merece
especial atención para García Olivo. Consciente de las dificultades
a las que se enfrenta la resistencia chiapaneca, el autor intenta
analizar en qué medida la inserción de la Escuela en el
tejido comunitario puede constituir un avance en la consolidación de
los modelos de participación y autogestión indígenas o si, por el
contrario, pone en peligro el proyecto mismo de la autonomía. No es
optimista respecto al papel que puede desempeñar la Escuela en
el proceso revolucionario zapatista, y aboga por una profundización
en la «educación comunitaria indígena», en las prácticas
informales de enseñanza, en las instancias de transmisión cultural
tradicionales, modalidades de socialización del saber, de
subjetivización y de moralización de los comportamientos mucho más
coherentes con el espíritu de la democracia india —y con el
igualitarismo social y económico subyacente— que el
engendro altericidade la
Escuela occidental.
(Virus
Editorial, Barcelona, 2009, 254 páginas)
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